jueves, 5 de mayo de 2011

Mi querida Arjumand Banú

Hola amigos:

Quiero transcribir la que considero -obviamente mi opinión es muy subjetiva- la carta de amor más bella de todos los tiempos.

En el siglo 17, tras la muerte de  Arjumand Banú, a quien llamaba cariñosamente: Muntaj Mahal -que significa "La Favorita de Palacio"-, el Sha Jajan, escribió este testimonio de amor eterno; y mientras la lloraba desconsoladamente, construía el Taj Mahal para depositar allí el cuerpo de su amada.

Contrasta con esta ternura, la crueldad de la que hizo gala al ordenar que a los arquitectos que diseñaron y dirigieron la construcción les sacaran los ojos, y a los artistas que tallaron sus muros e incrustaron las piedras preciosas, les fueran cercenadas las manos, para que nunca más pudieran reproducir el que hoy se considera como el monumento más hermoso del planeta tierra.
Así es la naturaleza humana.


MI QUERIDA ARJUMAND BANU:


Haré bóvedas para  que los ecos de tu risa  sigan rebotando de pared en pared. Haré más bóvedas para que mis ojos sigan viendo tus nalgas. Haré columnas  firmes y enormes como tus muslos  y las piernas que ponías alrededor de mi cintura.

¿Qué más podré hacer para decirte, mi querida Arjumand Banu, que nada llenará el vacío que me has dejado?
Mi favorita de siempre, ¿Qué puedo yo ofrecerle al tiempo para que vuelva a darme la oportunidad  de decirte una vez más cuanto te quiero?

De una manera u otra deberé atrapar la luna. Tengo que eliminarla del cielo para poder decirle que he conocido a alguien más bella que ella. No me importa saber que perderé sus baños de luz. Menos aún saber que no tendré más al único testigo de nuestras noches, tus canciones, mi consuelo ante la riqueza y su soledad.

Tú, Arjumand Banu, seguirás siendo mía ya que te llevo dentro de mí. Debo seguir contándote cuanto te extraño y debo hacerlo de una manera eterna. Con delicadeza, como tus besos. Con precisión, como tus abrazos. Con la simetría de nuestros cuerpos, tan balanceados y unidos como el cielo sobre el mar, como el rocío sobre las hojas.

Me has dado tu cuerpo, muchas veces, demasiadas, para que el mío se reprodujera. Me has dejado saberte de memoria: Tu voz, tus ojos, la fuerza de tu útero y tus catorce victorias, tus gritos de madre fuerte, leona hasta el final.

Y ahora te tengo aquí, callada para siempre, a oscuras dentro de mi oscuridad y recordándome lo que siempre somos: pasajeros breves, en un túnel de una sola salida, necesitados de perdurar en la memoria de alguien y de comprar la inmortalidad que nadie posee.

Mi Arjumand Banu, mi compañera de siempre, ¿Escuchas los gritos de mi silencio?... ¿Cómo le diré al amanecer que ya no nos deberá esperar. ¿Cómo podré atar la noche al horizonte para que no comience un nuevo día? ¿Entiendes que me has abandonado?

Sólo me has dejado tu olor de mujer, repleto de jazmines, intenso, vestido de sándalo. ¿Sabes que te pareces al mármol, el que tantas veces refrescó mi cuerpo, dentro del tuyo; el tuyo lleno del mío?

Me encargaré de guardar el reflejo de tus ojos en bloques de malaquita, trozos de madreperla, lágrimas de lapislázuli, jade, coral, turquesa y amatistas. Robaré todos los colores de la naturaleza. Haré de tu imagen algo similar. Lo haré.

Cuanto haga por ti, deberá ser como el paraíso (Y que el Misericordioso, me absuelva) donde abundan ríos fértiles, flores, miel y vino. Pediré que comiencen a guardar rayos de luna, para que los transformen en el mejor mármol. También, cuanto se haga, deberá representar la frescura del rocío, tu piel; la delicadeza de una nube, tus pasos. Calígrafos y escultores escribirán los noventa y nueve nombres del Supremo, del Clemente.  Así lo haré. ¡Inshalah...!

Ordenar, pedir, demandar es fácil. Pero nada dentro de todo mi imperio me permitió retenerte para siempre, tenerte un día más, aunque sea una hora. Por primera vez has parido soledad, porque ya eres silencio, noche sin estrellas, lágrimas del cielo.

Nunca pensé que tu partida me doliera tanto. Jamás pude soñar lo que estoy sintiendo. Cierro los ojos ya que la luz me molesta. Me tapo los oídos porque el viento sigue trayéndome tu canto. Me tapó la boca porque no quiero que nadie me escuche llorar. La soledad me está mordiendo la garganta. Hasta los dientes me duelen.

Mi Arjumand Banu, mi mujer de siempre, luego de diez y nueve años repletos de tu compañía, ¿cómo llenar mis días y mis noches? Creo que sólo me queda llenarlos pensando que me esperas en algún lado. O simplemente así: Los llenaré dándole al mundo una muestra de lo que tú me has dado. ¿Qué otra cosa podría hacer?               


2 comentarios:

  1. Simplemente hermoso. El amor de un hombre por su compañera hecho palabras que no alcanzan a hacer justicia a lo que lleva adentro. El amor de un hombre pulido en piedra y llamado la lagrima en el rostro del tiempo.

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  2. Creo que nuestro Juan Polo Valencia, experimentaba un sentimiento similar cuando escribió su irrepetible: ALíCIA ADORADA.

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Me gustaría que me ayudaran a construir todos los temas enriqueciéndolos con sus puntos de vista. En una sociedad tan dinámica como en la que vivimos, las opiniones por diferentes que sean, edifican y eso es lo importante.