miércoles, 18 de septiembre de 2013

"EN SURCOS DE DOLORES"



Por: Néstor Armando Alzate



Desde los albores de la independencia, los movimientos irregulares aparecieron para sustentar el poder de los criollos, cuya intención no era la independencia sino el fortalecimiento político del manejo estatal, que a su vez reforzaría su hegemonía económica.

El carácter egoísta de las clases dominantes, fue la constante durante el siglo XIX y por lo tanto, detonante de todas las guerras civiles, las que a su vez generaron los odios y las crueldades que debió sufrir el pueblo ignorante, utilizado como carne de cañón al influjo de los colores azul y rojo -que supuestamente– representaban: el primero, orden y religión; y el segundo, las libertades individuales.

A pesar de la devastación de que fue objeto el país –especialmente en la guerra de los mil días que dejó a la patria desangrada y exhausta económicamente– las banderas se siguieron  enarbolando durante el siglo XX, y por eso, la violencia jamás decreció, sólo amainó en pequeñas ráfagas.

Entonces cualquier lectura que quiera hacerse del siglo pasado, debe pasar, necesariamente, por la voracidad de las clases oligárquicas –las mismas de siempre– que sin escrúpulos acuciaban a los campesinos y a la gente del común para que sin reatos de conciencia se mataran entre sí, con el fin de tener el control de las tierras, las riquezas y el poder político; y como siempre, los únicos damnificados eran esos hombres anónimos que después de ser utilizados como instrumento de terror, quedaban con las manos vacías y los odios acumulados. En ese marco, se inscriben la aparición de las guerrillas y de los paramilitares.

RESEÑA HISTÓRICA

Después de la guerra de los mil días, se reforzó en el poder la hegemonía conservadora; y cuando los liberales recuperaron por fin la presidencia, en 1930, activaron un agresivo plan de retaliación como respuesta a los vejámenes de los que fueron objeto en el régimen anterior, cuya máxima expresión de represión fue la matanza de las bananeras de 1928.

En consecuencia los conservadores ahora en calidad de vencidos, fueron perseguidos sin tregua. Naturalmente que cuando se dividieron los liberales en 1945, –entre Gaitán y Gabriel Turbay- los azules volvieron al poder y extremaron su venganza contra los rojos utilizando una violenta policía política, organizada con elementos de su misma filiación y de amplio prontuario.

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, detonó la polarización y luego de la devastación e incendio que sufrió Bogotá y por extensión otras ciudades del país, la violencia se generalizó.

Los esbirros del poder, comisionados por el régimen se dieron a la tarea de expurgar a todos los pueblos y veredas de liberales con la consigna de exterminio total, incluso de la “semilla”, porque la idea era que no volviera a nacer, en Colombia, ningún liberal. Se combinaron con delincuentes de toda laya y tales fuerzas mixtas asolaron los campos.
Una buena parte de esos conservadores provenían de la vereda Chulavita del municipio de Boavita, y fueron denominados desde entonces con el nombre de ese rincón boyacense, apelativo que se volvió un genérico para designar a todas las fuerzas de derecha, que en la práctica fueron los ascendientes de los actuales paramilitares.

Los Chulavitas devorados por un odio feroz, obligaron a los liberales a “enmontarse”, tras masacrar ancianos, mujeres, niños; practicar violaciones, cortes de franela, desollar, “Bocachiquiar”, –hacer picadillo a las víctimas– incendiar pueblos enteros, apoderarse de las mejores tierras –por orden de los terratenientes y naturalmente para ellos– y devastar comarcas enteras.

Ante tal situación los liberales escondidos en los montes, refugiados con padres, abuelos, nietos e hijos y exacerbados por el magnicidio de Gaitán, se organizaron en células guerrilleras (mínimo de tres combatientes y máximo de diez por unidad) y se dedicaron a emboscar a los “Paramilitares”, con palos, machetes, escopetas rudimentarias (de “fisto”) y revólveres “hechizos”. Después de asesinarlos, les quitaban sus armas modernas hasta que lograron conformar grupos eficientes. Como respuesta al desarraigo de que fueron objeto, también se dedicaron a masacrar, violar, incendiar y devastar poblados de conservadores. A estos liberales, se les llamó: “Chusmeros”.

Más tarde, irrumpieron en la contienda los “Pájaros” un tercer grupo –también al servicio del régimen– compuesto por matones civiles que se especializaron en crímenes selectivos, –personajes políticos, dirigentes cívicos, funcionarios que estaban contra el gobierno o terratenientes a los que había que quitarles la tierra– y se caracterizaron por sus ataques a traición, o escondidos en matorrales –pavear-, disparaban como francotiradores, y “volando”, desaparecían entre la gente con el encubrimiento de las autoridades.

Finalmente, por esta descomposición y apuntalados en los postulados comunistas de la guerra fría que enfrentaba a Estados Unidos con la Unión Soviética –tras el final de la segunda guerra mundial– un grupo heterogéneo de liberales, conservadores y políticos desencantados, se unieron para conformar un movimiento que en su momento fue conocido como los “Comunes” –comunistas– que con consignas provenientes de China y URSS, se dedicaron a combatir a las fuerzas oficiales y en oportunidades a los mismos liberales por sus excesos.  

Con la llegada de Rojas Pinilla al poder, se decretó una amnistía para quienes hubiesen conformado grupos irregulares, independientemente de su procedencia o filiación. Depusieron sus armas varios jefes guerrilleros y contraguerrilleros con sus hombres entre los cuales: Emilio Gordillo “Sargento Veneno”, Leonidas Borja “El Lobo”, en el Tolima; Juan de la Cruz Varela, en Sumapaz;  Rangel, en Santander; Trino García “Sombranegra”, y Piedrahita en el nordeste Antioqueño, y Drigelio Duarte en Yacopí. En los llanos orientales, 3450 combatientes se entregaron entre agosto y septiembre de 1953; y al finalizar ese año, la cifra se había elevado a 6.500 hombres acogidos a la oferta del gobierno.    

Las promesas incumplidas, su actitud sesgada contra los liberales, –el régimen del dictador era de tendencia conservadora– y dado que muchos de los reinsertados fueron asesinados por las tropas oficiales, los chusmeros se vieron obligados a volver al monte, menos de un año después de la amnistía.

Inclusive este período que se extendió con todo su furor hasta 1959, fue más ominoso y oprobioso que el anterior, porque a los factores que caracterizaron la andanada precedente, se sumó la paranoica actitud de la dictadura de acabar con los opositores. A la caída de Rojas Pinilla, se intentó por parte del primer presidente del Frente Nacional Alberto Lleras Camargo, establecer una política de perdón, olvido y reparación; pero luego de que la Comisión de la Verdad, destapara las verdaderas causas, los partidos y sus dirigentes -que eran los promotores de este estado de cosas-, se repartieron el botín estatal y le echaron tierra a esas buenas intenciones.

Aunque se presentaron nuevas desmovilizaciones, la desconfianza por lo ocurrido en la primera amnistía, propició que una buena parte de la guerrilla liberal, se decantara hacia los comunistas que eran profusamente apoyados por la URS y Cuba, enarbolando como bandera la injusticia, desigualdad y la necesidad de acabar con las camarillas oligárquicas liberales y conservadoras que eran iguales en su esencia e intereses y que ahora más que nunca estaban -legítimamente- unidas, bajo la maquiavélica carpa circense del Frente Nacional y respaldadas abiertamente por el Tío Sam.

Así las cosas, los grupos de derecha –godos, sectores oscuros del ejército y cachiporros retrógrados– tuvieron vía libre para actuar a la sombra de los gobiernos de turno, protegidos por ellos, o por lo menos con su complicidad silenciosa.

Como a partir de 1960, el enfrentamiento se hizo radical entre el estado y los grupos de izquierda; el trabajo sucio, –aquellos excesos que la constitución le prohibe expresamente al gobierno y a las fuerzas armadas– fue ejecutado por antiguos “pájaros”, “chulavitas” y efectivos de los cuerpos de seguridad estatales, encubiertos, que se especializaron en asesinar a dirigentes de izquierda, sindicalistas y otros voceros de la insatisfacción social del país.

La pugna entre estas fuerzas continuó a lo largo de ese decenio y del siguiente, lapso en el que la guerrilla comunista se fortificó ideológica, militar y económicamente; mientras que los paramilitares actuaban metódica y sigilosamente al amparo de las cortinas de humo que oportunamente tendían las autoridades sobre sus crímenes.

A mediados del decenio de los 70, la aparición del fenómeno del narcotráfico y su consecuente prosperidad, marcó una ruptura ideológica para la guerrilla, que vio en ese floreciente negocio una jugosa fuente de ingresos, proporcionalmente inversa al desprestigio del comunismo que languidecía como sistema político y económico. Así las cosas sin dejar de lado el enfrentamiento tradicional con el estado, arremetió contra los narcos para arrebatarles sus territorios de siembra, cocinas, rutas y mercado.

La modernización del armamento y los métodos copiados de las guerrillas de otros grupos extranjeros –ETA, IRA, AL FATAH, Septiembre negro, Hesbolá– marcaron un nuevo rumbo en las acciones de estos subversivos y se incrementaron las masacres, secuestros, retenes móviles y golpes de mano espectaculares que copaban la atención de los medios de comunicación. En suma, los ideales comunistas se convirtieron en económicos y se transformaron en multinacionales del crimen.

Como respuesta a esta arremetida, el Cartel de Medellín, luego del secuestro de Marta Nieves Ochoa, perteneciente al clan mafioso de ese apellido, fundó un movimiento llamado MAS, (Muerte a secuestradores) que la rescató a sangre y fuego y desde ese momento se declaró la guerra entre las dos facciones. Ese fue el punto de partida de los nuevos paramilitares, quienes financiados por los dineros de la droga y entrenados por mercenarios israelíes coparon el territorio del Magdalena Medio, fortín del Cartel.

Para añadirle más leña al fuego, se encendió otra hoguera entre los Carteles de Medellín y Cali, y esta contienda marcó la aparición de un grupo –exclusivamente de vindicta- que patrocinado por un sector de la fuerza pública y de los hermanos Rodríguez Orejuela, se centró en la destrucción de Pablo Escobar. Una vez muerto el Capo en diciembre de 1993, los jefes de los “Pepes” (Perseguidos por Pablo Escobar, que en esencia eran narcos renegados del cartel de Medellín) pasaron a financiar y a comandar la estructura nacional de las AUC, autodefensas que supuestamente pretendían defender a los campesinos de los abusos de la guerrilla.

Instalados en Córdoba, Sucre y Urabá empezaron a copar los espacios ocupados tradicionalmente por las FARC, el ELN y el EPL; se apoderaron de los corredores naturales por los que circulaban las armas y la droga y acusando de auxiliadores de la guerrilla a los campesinos, se volvieron contra ellos para apoderarse de sus tierras. Y para conseguir este objetivo desataron un leviatán que dejó a su paso una horrorosa estela de sangre, producto de tomas, masacres de campesinos y asesinatos selectivos, todo ello ejecutado con la mayor crueldad y sevicia de toda la historia del país.

Entretanto los grupos insurgentes tuvieron que replegarse: hacia el sur, las FARC, que incrementaron su barbarie mediante las cruentas tomas de pueblos, emboscadas, ataques indiscriminados a la población civil, la destrucción de la infraestructura –puentes, torres de energía, voladura de oleoductos- el chantaje, el boleteo, la extorsión y especialmente los secuestros (de los que no se salvaron ni siquiera los militares que se convirtieron en un apreciable botín canjeable) y conformaron verdaderos carteles de la droga; y gracias a la permisividad del gobierno de Pastrana que les permitió oxigenarse en la zona de despeje de San Vicente de Caguán, adquirieron armamento de última generación y tecnología de punta; el ELN se refugió en el oriente y optó por un bajo perfil, pero continuó con su política de arrasar con las infraestructuras petrolera y eléctrica, el secuestro y los asesinatos selectivos. Por su parte el EPL, se desmovilizó y sus integrantes fueron borrados del conflicto.

Con el acceso de Álvaro Uribe Vélez a la presidencia, se concertó un diálogo que propició la desmovilización de miles de combatientes paramilitares y generó una polémica internacional por la tibieza del código que habría de juzgarlos por delitos atroces, pues las penas, aún, son mínimas y la reparación a las víctimas no está clara.

ANÁLISIS

La actuación de los paramilitares es tan antigua como la existencia misma de la república y no se puede concebir la nación sin estas fuerzas oscuras que en pasajes muy confusos de nuestra historia, fueron desequilibrantes para reforzar el poder de las castas oligárquicas dominantes. Ellas han dejado su impronta en los magnicidios de que han sido objetos nuestros hombres más brillantes: La conspiración septembrina contra Simón Bolívar en 1828. Los asesinatos de Sucre en 1830 y de Julio Arboleda en 1862, ambos en las montañas de  Berruecos; de Rafael Uribe Uribe (1914); de Jorge Eliécer Gaitán (1948); de  Luis Carlos Galán (1989);  de Álvaro Gómez Hurtado (1995); de Carlos Pizarro León Gómez, líder del M19; y el aniquilamiento de la Unión Patriótica, cuyos candidatos a la presidencia Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa y tres mil de sus militantes, fueron ejecutados a finales de los 80. No se puede dejar por fuera al periodista y humorista Jaime Garzón que fue acribillado dentro de su carro en 1999.
  
En los casos anteriores, es evidente que los móviles fueron políticos y económicos, pues quienes cayeron víctimas de esas fuerzas oscuras, de alguna manera, luchaban contra el Statu Quo imperante desde la colonia. La necesidad de extender sus dominios territoriales, mediante la adquisición de tierras, o la tenencia de los medios de producción, el firme control de la industria, la banca y el comercio, han sido los factores más preponderantes para que esas clases dominantes, hayan utilizado a estos esbirros en función de satisfacer su voracidad sin límites.

La endémica ausencia del Estado -y su sospechosa permisividad- legitimó la acción de los paramilitares, que se proclamaron en algunas regiones, como la única autoridad operante y efectiva, contra la acción de los grupos de izquierda que también ejercieron control sobre ellas en épocas anteriores. En tales zonas, los habitantes no sólo celebraban la presencia de los “Paracos”, sino que los miraban como salvadores y redentores sociales, dado que ofrecían trabajo a los moradores, ejercían una justicia de facto contra la delincuencia común y proporcionaban protección a la población civil contra la guerrilla, que era algo que nunca el gobierno les había garantizado y eso les confería una notoria popularidad que se reforzaba con la intimidación.

Sin embargo la política de tierra arrasada a la que sometieron a comunidades enteras, mediante masacres y la expulsión de los pocos que quedaban, les permitió a los paramilitares apoderarse de enormes extensiones de tierra, que –aún estando en la cárcel o extraditados en Estados Unidos- siguen explotando con ganadería intensiva, cultivos ilícitos y refuerzan su presencia con expediciones punitivas ejecutadas por bandas emergentes, que están a su servicio. Claro que algunos de aquellos combos que delinquían para ellos, se han independizado y ahora actúan por cuenta propia, en las regiones que quedaron al garete.

Aunque todos los estamentos sociales son conscientes del daño que los paramilitares le han hecho al país, subsiste un sector de la opinión pública que cree que su existencia, que cambia de apariencia como el camaleón, sigue siendo el contrafuerte de la guerrilla actual, cuyos ideales murieron con la desaparición del comunismo. Pero lo que no han tenido en cuenta estos sectores, es que ahora  la guerrilla y las bacrim –bandas criminales compuestas por delincuentes comunes y rezagos de los antiguos paramilitares- se unen cuando se trata de repartir la suculenta torta de la droga.

Definitivamente estos bandos son siameses, porque sin la sangre del otro, ambos mueren por anemia.



BIBLIOGRAFIA

1001 cosas sobre la historia de Colombia: Eugenio Gutiérrez Cely, Miguel Ángel Urrego (Círculo de lectores).
Manual de Historia de Colombia: (Procultura) Tomos  III, IV
Nueva Historia de Colombia:  (Editorial Planeta) Tomos I, II
Historia de Colombia: Henao y Arrubla
Reportaje de la Historia: (Editorial Planeta)
Cursillo de Historia de Colombia: Argos Tomo II
Diccionario de Historia de Colombia: Horacio Gómez Aristizabal
La violencia en Colombia: Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda, Eduardo Umaña Luna. Tomos I, II


jueves, 22 de marzo de 2012

¡Soy una gota!

Por: Nèstor Armando Alzate


Es cierto, soy una pequeña gota
Pero de la creación soy la fragua
Sin mí la vida se agota
¡Soy su savia… soy el agua!

Puedo juguetear en la Aurora Boreal
Y desde el arco iris,
Dibujar la sonrisa de Dios, sin más diluvios.
Puedo cabalgar sobre las olas,
Reñir con la ardiente lava
Y someterme mansamente a la caricia de la brisa
En la quietud del lago.
Puedo desprenderme en el impetuoso torrente,
Mecerme en la espuma
Y bailar con su ronroneo
En la espesura de la bruma.
Puedo refrescar en la sed abrasadora,
Bañar músculos y penas
O enloquecer por cuentagotas
A beduinos prisioneros del Simún.
Puedo ser hiel o miel.
Puedo besar a la muerte y al capullo
Y mediar entre la ternura y el orgullo.
Puedo ser tempestad en la madrugada
Y rocío en la mañana.
Puedo ser salvaje y letal en mi caída
O dulce y suave en la garganta contraída.
Puedo ser portadora de virus o de vida,
Bálsamo, veneno o antídoto para la ira.

En fin, puedo serlo todo.
Estalactita o savia en los tallos.
Ocelo o camuflaje,
Espejismo u oasis.
Abrevadero o basurero.
Cisterna o colchón amniótico.
Pozo, río o manantial.
Destructora o escultora:
Devoro cosechas,
Tallo paisajes
Y labro huertas.

Soy lágrima de tristeza o de alegría,
Soy llanto de adiós o bienvenida,
Soy océano, laguna o fuente fría.
Sin mí no podrías existir:
Porque soy la vida en una gota...
¡Y Tú eres una gota de la vida!  
  





martes, 6 de marzo de 2012

¡Y qué se hicieron los deberes de los niños!

Por: Nèstor Armando Alzate 

Si bien es cierto que la violencia intrafamiliar –de la que los niños, son la víctima propiciatoria- es el pan de cada día en nuestro país, no lo es menos el hecho de que la cantidad de púberes y adolescentes que conforman la punta de lanza de la delincuencia común, ha crecido desaforadamente hasta convertirse en el dolor de cabeza de la policía y de la justicia colombiana.

Lo peor de todo es que amparados en la inmunidad que les confiere la ley por ser menores de edad, pueden actuar impunemente; y el Estado maniatado, se siente impotente para meter en cintura a los precoces delincuentes, con la consecuente desmoralización de los organismos de seguridad cuyos esfuerzos se diluyen por la laxitud de las leyes.

Claro que muchos de estos muchachos se quedan en la periferia del delito, -pero son igualmente peligrosos- cuando protagonizan desmanes en la afueras de los estadios o como integrantes de pandillas juveniles que hacen gala de su fanatismo en enfrentamientos de corte iniciático, para probar su hombría.

Lo peor de todo es que esto sucede con la inevitable permisividad de los padres, que no pueden ejercer su autoridad natural porque los códigos les ataron las manos y por lo tanto cualquier corrección o castigo, puede hacerlos caer en una resbaladiza interpretación de los Derechos del Menor y terminar en la cárcel.

Es indiscutible que los Derechos del Niño prevalecen sobre los de los demás y por lo tanto deben ser contemplados y respetados como un bien superior; pero hay que recordar aquella ancestral premisa universal que reconoce los Derechos, como prerrogativas que se conquistan con el cumplimiento de los Deberes Naturales, que son el marco fundamental del orden social, de la convivencia, de la equidad y de la justicia.

Por lo tanto los Derechos primordiales del niño deben surgir del cumplimiento de esas elementales reglas de comportamiento y de convivencia que dentro del hogar, tienen que ser impartidas y controladas por los padres en el proceso de formación de la personalidad básica del infante. Ello conlleva el imperativo pedagógico del incentivo y el premio, pero también de la corrección y el castigo, pues de la equitativa administración de estos estímulos, surgirá una personalidad equilibrada, sana y generosa.

La mayor dificultad para armonizar los derechos y los deberes, radica en la explosiva dinámica social que ha cambiado radicalmente la concepción de La Familia, dado que ambos padres regularmente trabajan fuera de la casa, y a su regreso en las noches, intentan acallar los remordimientos afectivos generados por esa ausencia, y entonces asumen actitudes benevolentes y complacientes: hacen sus tareas, no hay reconvenciones, no hay diálogo asertivo, no hay posturas críticas; sólo indulgencia e ingenua complicidad. Si para colmo de males la relación de los cónyuges es disfuncional: están separados, divorciados o han formado nuevos hogares, la animosidad derivada de tales situaciones convierte al niño en la mortadela del emparedado porque se le utiliza para chantajearse mutuamente; y él al final de cuentas, aprende a sacar partido de esta pugna y manipula a ambos en función de sus deseos y caprichos.

Así las cosas, la responsabilidad de la formación básica y de la educación del infante recae en los maestros, quienes a la fuerza tienen que asumir –además del papel de profesores- el rol de padres sustitutos, sicólogos, consejeros, paño de lágrimas y en muchas ocasiones el de forzados proveedores.

En este caldo de cultivo -es apenas comprensible- se va gestando el individuo inseguro, inconstante, veleidoso, resentido, amargado y dispuesto a vengarse de todos y por todo. Sus carencias afectivas las transforma en su fortaleza, porque al no sentir amor, afecto, admiración ni respeto, por nada, ni por nadie, incuba tendencias suicidas, se refugia en las drogas, el alcohol, la promiscuidad y crece sin escrúpulos, ni inhibiciones morales para transgredir las normas sin reatos de conciencia, con la certeza de que por ser menor de edad, –como decíamos al principio- puede actuar impunemente porque la ley además de ser ciega, tiene las manos atadas.

Por eso la única forma de salir de la encrucijada, es partiendo de la aceptación de las responsabilidades que le competen a cada estamento involucrado y luego sobre las experiencias acumuladas, comenzar a edificar un proyecto educativo transversal e integral en el que los padres aprendan a formar con sus hijos cálidas y sólidas relaciones afectivas, pero sujetas a una autoridad firme e incuestionable, que debe ser respaldada por autoridades fuertes y jueces firmes; por un sistema educativo personalizado, exigente, pero librepensador y respetuoso por la diferencia; por una iglesia comprometida con una formación espiritual altruista y generosa; en suma, es necesario unir el lenguaje, las acciones, las políticas y compartir criterios, información y metodología pedagógica y con ese acompañamiento masivo, al fin podremos ayudar a los niños en la construcción de sus destinos con libre albedrío, pero sin libertinaje.

martes, 31 de enero de 2012

La Libertad


Hola Amigos:

Después de este largo receso –porque mis ocupaciones durante el fin de año me absorbieron todo el tiempo- puedo por fin retornar a este blog que es uno de mis proyectos consentidos, y  tras ofrecerles disculpas por mi ausencia, aspiro a mantener la regularidad que había perdido. 

Gracias por los mensajes que permanentemente me enviaron solicitándome que reactivara VERBI-GRACIA. Espero que de nuevo se interesen por mis escritos y me hagan saber sus opiniones y comentarios, libremente, pero con respeto por las apreciaciones de los demás. 

Voy a comenzar con este texto sobre la libertad, porque ella ha servido para justificar todos los excesos de los déspotas, pero también en su nombre se han gestado las más grandes epopeyas de la humanidad.  Así que bienvenidos a esta segunda etapa.


LA LIBERTAD
Por: Néstor Armando Alzate

La libertad es una palabra tan manida y manipulada como el Amor. Ambas nacen del imperativo natural y social de convivir en armonía con el resto de la comunidad, porque la condición gregaria de la especia humana así lo impone, dado que sin el otro, es imposible sobrevivir; y en el caso de que se pudiera, no tendría sentido, pues la libertad por encima de cualquier consideración, vale la pena si se pone al servicio de todos, de lo contrario sólo es un sentimiento egoísta del que se prevale el individuo para hacer lo que le conviene en función de sus intereses personales, aunque afecte a la mayoría; y eso, se llama libertinaje. 

Y de esa confusión han nacido todas las disensiones, esclavitudes, guerras y genocidios; pues quien invoca la libertad como patente de corso para sojuzgar a los demás, legitima su acción arguyendo que lo que es bueno para él, tiene que serlo para los demás. Con razón clamó Madame Roland, en el momento de ser ejecutada durante la revolución francesa: ¡Oh libertad! ¡Cuántos crímenes se han cometido en tu nombre!

De ahí que la verdadera libertad, sólo puede identificarse con el desprendimiento, la generosidad y la entrega sin condiciones a una causa superior; esto tiene que ser más evidente, si se trata de los que son elegidos por el pueblo para orientar su destino, dado que en ellos están depositadas la justicia y la equidad soñadas por la especia humana desde siempre.

Por eso no importa que las palabras libertad y amor, de tanto manosearlas, se hayan devaluado; como ambas significan lo mismo, siguen sin perder su verdadero significado; pues al final de cuentas: ¡No puede existir la libertad sin amor, ni el amor sin libertad!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¡Adivina Adivinador!


Por: Néstor Armando Alzate

A diferencia de las demás especies, el hombre es el único animal, que haciendo la digestión, ya está preocupado por la próxima comida; que cuando se acuesta, en vez de sumirse en un sueño reparador, se angustia por lo que puede ocurrir mañana.

Ese desconocimiento que lo abruma y mantiene presa del miedo, lo convierte en un ser vulnerable, que cae fácilmente en las garras de algunos charlatanes, que –para timarlo- se valen de toda suerte de adivinaciones: Tarot, I Shing, Carta Astral, Horóscopos, Runas, Lectura del Tabaco, Quiromancia, Rabdomancia, Nigromancia, etc.

Dado que desde tiempos inmemoriales, al ser humano se le ha vendido la idea de que no podrá escapar a su destino –como consta en la tragedias griegas-; el individuo, mediante las diferentes formas de adivinaciones, pretende anticiparse y neutralizar todos aquellos eventos negativos, que hipotéticamente, pueden sucederle en el futuro.

Lo único que consigue con tales prácticas, es dejarse abatir por una creciente inseguridad que lo paraliza de miedo, ante la responsabilidad de tomar sus propias decisiones; pues las predicciones necesariamente son ambiguas, y por lo tanto, cada quien las puede interpretar de acuerdo con lo que quiere oír.

Solamente cuando la persona entiende que ella es la única responsable de su destino y se enfrenta a sus miedos, puede liberarse de sus atavismos y construir el futuro, en armonía con sus sueños.

Por lo tanto el determinismo, sólo existe en la mente de quien cree en todo, menos en  sí mismo.

martes, 9 de agosto de 2011

Es mejor ser viejo, que "Adulto Mayor"

Por: Néstor Armando Alzate

Cuando se acerca el atardecer, la vista se nubla, el horizonte se desdibuja, las distancias se agrandan y la noche se cierne sobre la vida.

Y no es para menos, porque llegado a esa etapa, el hombre siente la penumbra en sus ojos, la fragilidad de sus manos, la debilidad de sus piernas, el sosiego de sus pensamientos y la nostalgia en su alma.

Pero justamente en ese momento es cuando empieza a ver con los ojos del corazón, a bendecir con la fortaleza del amor desprendido, a desandar el futuro con el vigor de la misión cumplida, a disfrutar de los pensamientos sin culpa y desde el alma, evocar el pasado sin dolor. 

Al decrecer la potencia física, se acrecienta su sensibilidad interior y por ello le duelen más el abandono, el desamor, la soledad, la indolencia de los más lejanos y la indiferencia de los más cercanos.

Eso es lo paradójico, porque en los albores de la humanidad, cuando los ancianos dejaban su lugar, se transformaban automáticamente en los dioses lares, que a partir de ese momento asumían el papel de protectores de la comunidad y eran consultados sobre el futuro, las cosechas y su destino; y venerados, por ser los únicos que podían apaciguar los elementos.

Y es que en todas las sociedades a lo largo de la historia, el Saber, siempre estuvo depositado en los ancianos, quienes además de ser los guardianes de las tradiciones, eran cántaros de sabiduría que derramaban su sapiencia sobre los más jóvenes, para que éstos bebieran y se saciaran de conocimiento.

Así las sociedades pudieron: sobrevivir, crecer y alcanzar el grado de progreso que hoy disfrutan. De otra manera habría sido imposible; sin los ancianos, no existirían la moral, los valores, la Ética, la religión, el folclor y las costumbres.        

En Antioquia fue proverbial la contribución de los viejos arrieros y de los abuelos contadores de historia, en la preservación de todo lo que hoy nos enorgullece y nos mantiene unidos como pueblo.

Es hora de reivindicar a los viejos pero sin los eufemismos hipócritas de la sociedad que los llama melosamente “Adultos Mayores” para acallar su conciencia. El viejo lo único que necesita es que le devuelvan su dignidad y el respeto; y que le permitan caminar –libremente- apoyado en el amor, que es el más seguro, firme y fiel, de todos los bastones...!

martes, 2 de agosto de 2011

Un pescado, también es limosna.


Por: Néstor Armando Alzate


El crecimiento incontrolado de las ciudades acelera las desigualdades, que a su vez, estimulan una exasperante indiferencia social, más producto del miedo que de la apatía; porque creemos que quienes visten y actúan de manera distinta, son potencialmente peligrosos y entonces tendemos a discriminarlos y excluirlos.

Con mayor razón actuamos de esa forma, frente a quienes sin ninguna alternativa de redención social y económica, hacen de la calle, su hogar; y por lo tanto, repelemos sus caras sucias, sus miradas perdidas pero alertas, sus ropas hechas jirones y su lenguaje defensivamente agresivo.

La indigencia motivada por diversos agentes como: la inequidad social, la violencia intrafamiliar, el desplazamiento forzoso, la drogadicción, el abuso infantil etc; es en principio, un atentado contra la dignidad humana, del cual son culpables: la Sociedad, el Estado, la Iglesia y la institución familiar, que se encuentran en un proceso de degradación moral y ética.

Claro que una buena parte de estos seres olvidados de Dios y de la sociedad, terminan tomándole el gusto a la calle, que se convierte -para ellos- en territorio de libertad salvaje, en el que las únicas reglas que se respetan, son las impuestas por la ley del más fuerte del “Parche”. En esa jungla de cemento no existen las normas sociales, no hay deberes; y la única obligación que se tiene, y se paga –aún con la vida-, es el derecho a vivir.

Así las cosas, el “Habitante de calle” comienza a desarrollar una relación sadomasoquista con esa sociedad que lo segrega. Entonces, se enfrenta a las normas establecidas y las transgrede con una actitud intimidante, en retaliación contra la discriminación de que es objeto; pero también se regodea en su papel de víctima, propiciando la compasión hipócrita, representada en limosnas, y en acciones paternalistas del Estado, de las que se beneficia impunemente.

Por eso es imperativo devolverle la dignidad, al “Habitante de calle”,  reconociéndolo como individuo de plenos derechos y deberes y que por lo tanto, puede disfrutar de las garantías a que tienen acceso todos los ciudadanos, pero como ellos, también está sujeto a las normas establecidas; y mediante un acompañamiento integral –salud, educación, techo, capacitación laboral-, hay que ayudarle a entender, que él es el único responsable de su destino, y dueño o víctima, de su futuro.

No es cuestión de darle el pescado; es más importante enseñarle a pescar, pero con su propia vara.